martes, 10 de marzo de 2009

DERRIBO

Una de las artes taurinas de campo, es el "Acoso y Derribo", dinámica campera en la que unos montados persiguen a los toros o novilletes que necesitan una guía por encontrarse desacarriados o separados de la senda de la normalidad. El montado, conocedor de la mala dinámica de los toros, intenta enseñar el camino recto, domesticar en la medida de lo posible, la fiereza de un animal que ha nacido con un instinto salvaje.

Se hacen las cosas por el bien del animal, para que no tropiece y el tropiezo ponga en peligro su vida y en riesgo a quien le acompañe; es una actividad didáctica y no dictatorial o dogmática.

Esto es lo que ha ocurrido con mi amigo Héctor Fernández. Desde el cariño y el respeto, hemos intentado, en campaña orquestada a la búsqueda de su bienestar, que abandonara hábitos no recomendables y adoptara una postura mucho más saludable: por su bien y el de los suyos... por nuestro bien.

Héctor no ha asumido este reto; no ha aguantado la presión. El Señor Fernández nos ha abandonado, nos ha restringido esos buenos momentos mañaneros en los que podíamos leer aquello de "¿y por qué hay entradas de 30 euros?", o aquella otra sentencia no menos interesante de "¿Y cuándo se corre la Copa de Oro este año?"... Nos has dado muy buenos ratos, Héctor; nos hemos reido mucho contigo, has servido para reunificar conciencias, para unir a gente tan variopinta en lo general, como convencida en lo concreto (en lo concreto, has sido tú, amigo).

No nos dejes, por favor. Regresa. Regresa con el ánimo renovado y el espíritu abierto. Permítenos disfrutar de tu presencia, de esas tonterías que han marcado una trayectoria irrisoria. Te queremos. No queremos el derribo, Héctor. Necesitamos tu compañía.

Vuelve, a casa vuelve, por Navidad

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